Entremos en la cápsula del tiempo y pongámonos en situación. En octubre de 1962 el mundo estaba a punto del cataclismo. Era el auge de la guerra fría y Estados Unidos y la Unión Soviética no hacían más que agujeros en el suelo para meter en ellos sus misiles estratégicos con cargas nucleares. Así la misión se desarrolló en plena crisis de los misiles cubanos. La Unión Soviética transportó en sus barcos misiles que querían instalar en ese portaviones anclado cerca de la costa estadounidense llamado Cuba Tras arduas luchas diplomáticas todo quedó en un susto, afortunadamente para la especie humana.
Schirra sale de la cápsula Sigma-7 en un entrenamiento. Imagen NASA
Wally Schirra había sido suplente de la misión de Scott Carpenter y vió como aquel vuelo sufrió innumerables problemas derivados de una misión ambigua y con gran interferencia de expermentos. Hay que recordar que el suyo iba a ser sólo el tercer vuelo orbital americano. Así Wally, un tremendo bromista que llegado el momento sabía ser la persona más seria del mundo, encaró desde un principio su vuelo como una prueba de ingenieria aeroespacial y no permitió que los experimentos subieran a bordo y distrajeran lo que era el vuelo: prueba de duración de astronauta y la nave Mercury durante seis órbitas.
El vuelo fue un absoluto éxito, sin incidencias graves, con un gran ahorro de combustible y con todas las pruebas de observación y navegación en órbita sin uso de propulsión completadas.
Tras haber amerizado, un buzo instala un collar de flotación en la nave. Imagen NASA
Seguro que al subir a la cubierta del barco de recuperación USS Kearsarge, Wally sacó de nuevo al bromista que tenía dentro. "Gotcha..."
El vuelo Sigma 7. Vídeo del Canal de Jeff Quitney
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